jueves, 6 de noviembre de 2008

Las Concepciones de Sociedad y Política, por ende el Trabajo.

El carácter conflictivo y problemático de la realidad humana hace que el hombre se sienta siempre dividido entre espíritu y materia, razón y pasión, autonomía y participación, ser un yo o un nosotros.

Por Marta Trillini

Cuál será la vía media que concilie estas tensiones que nos condenan a oscilar.
Introducción:
Si eligiéramos uno de los tres clásicos de la sociología (Marx, Weber o Durkheim) no podemos dejar de tener en cuenta que durante los siglos XVIII y XIX se configuraron, en el pensamiento europeo, dos grandes concepciones de la sociedad y la política de las cuales sigue viviendo el mundo contemporáneo.
John Locke, Kant, Rosseau y los iluministas franceses, entre otros, inspirados todos en el giro impreso a la filosofía por Descartes, elaboraron los axiomas fundamentales del liberalismo que toma como principio de la vida social el ideal de la autonomía del sujeto libre.
En el siglo siguiente, Hegel primero y después, desde una óptica algo diferente, Marx, desarrollaron otra idea de sociedad, fundada ahora, no en el principio de la autonomía del yo sino de la solidaridad del nosotros.
Ambas concepciones, dominando ya una y a la otra pero siempre en áspero conflicto, siguen vigentes. En la base de cada una de ellas encontramos una idea diametralmente opuesta del hombre.
El objeto de este trabajo será presentar los supuestos básicos de una de las visiones de los tres clásicos de la sociología, Marx, desde una breve recorrida histórica que configurarían las concepciones de sociedad y política, por ende el trabajo. Nos referiremos en forma general como grandes concepciones de su pensamiento que siguen teniendo real significación ahora para nosotros.

Desarrollo:Respecto a la solidaridad del nosotros – Ser yo y pertenecer
Partiremos , para comprenderlos, de una doble evidencia, accesible a todos en la vida cotidiana. Cada uno de nosotros se siente a sí mismo como un yo, un individuo con nombre propio y por lo tanto, distinto de los demás.
Pero, al mismo tiempo, cada uno de nosotros siente que pertenece a su familia, a su patria, a su grupo profesional o ideológico y sobre la base de esta evidencia puede decirse: nosotros ( nosotros los argentinos, nosotros los...)
Tenemos la evidencia de ser yo y en cuanto tal, distinto de los otros y como distinto, distante, ya que el ser yo me fuerza a la soledad pero esta soledad es la condición de mi libertad. Cortando todos los lazos que me atan al prójimo me hago dueño de mi vida de que puedo disponer a mi antojo.
El sentimiento de pertenencia, en cambio, saca a la luz el carácter comunitario de mi ser y este nosotros al que pertenezco se me revela como un hogar acogedor que me protege aunque al mismo tiempo me ata porque me compromete. Ya no dispongo a mi antojo de mi vida.
Pero ambas ser yo y pertenecer son evidencias.
Para la concepción iluminista liberal ser hombre es ser un yo, ante todo un sujeto individual.
Pero esta idea que ha dominado el nacimiento del mundo moderno, se formula claramente a partir de Descartes. (...yo en tanto pienso, existo)
Con el Cartesianismo se inicia una concepción dualista del hombre. ( Hay en el hombre un exterior – el cuerpo- y un interior – el alma-). Lo que capto del otro y lo que el otro conoce de mi es este exterior, es decir no lo que yo pienso, sino lo que digo, no lo que quiero, temo, deseo, sino los gestos que realizo y me ocurre lo mismo con los demás.
Por tanto, sino sé con certeza lo que el otro piensa, siente o quiere ¿puedo confiar en él? ( prudencia – imprudencia)
Este hombre prudente, desconfiado, solitario, distante y autosuficiente, se convierte en el ideal que debe realizar la educación. (Rosseau, el fin de su proyecto educativo: “queremos formar un hombre que vea con sus ojos, sienta con su corazón y no lo guíe otra autoridad que no sea su propia razón”)
Una generación más tarde definiría Kant “el hombre ilustrado”: un hombre capaz de pensar por sí mismo sin depender de la tutela de los demás.
Pero nos vemos forzados a convivir con los demás. ¿en que podremos fundar esta convivencia? Sólo en un contrato, la base de la vida social, un contrato social. Y no puede ser de otro modo ya que no puedo confiar en los demás.
Esta idea del contrato social, presente en toda la filosofía política de comienzos de la modernidad.
Los hombres vivían originariamente aislados, poseían en ese estado un conjunto de derechos anteriores a toda ley humana (derechos naturales) – derecho a la vida, la libertad, a la propiedad de todo aquello que sea producto de mi trabajo - . El goce de los mismos era siempre precario, expuesto al peligro de ser arrebatado por otro más fuerte que él.
Estos inconvenientes inducen a los hombres a constituir mediante un contrato entre ellos, la sociedad civil: estado, ley, magistrados.
A cambio de este sacrificio, libertad ilimitada que poseía, se ve disminuida a cambio de la seguridad, de gozar con más tranquilidad de mi propiedad.
La ley garantiza mi propiedad, los jueces y el gobierno se encargan de cuidar que no me sea arrebatada, o sea la sociedad civil al servicio de los individuos.
Pero si la sociedad civil me pide más de lo que nos da, rescindimos el contrato y retornamos al estado de naturaleza.
Por último la tensión constante entre el interés del individuo y el interés del estado. A cambio de los servicios, me exige sacrificar mi libertad ilimitada, impuestos y cargas.
El individuo siempre desconfía del estado, lo vigila y controla y su íntima convicción es que “hay que achicar el estado”., para que el yo libre pueda desplegarse plenamente.
En esta concepción liberal, no es la solidaridad sino el conflicto el que promueve el progreso (S. XVIII)
Darwin más adelante, aplica la idea al terreno de la biología: “lucha por la vida, “sobrevive el más apto”.

2º Perspectiva:
Lo que se acentúa es la solidaridad y la pertenencia comenzando por algunas reflexiones de Hegel.
El hombre no nace como una subjetividad solitaria en medio del bosque sino como miembro de una familia. Significando nacer en una comunidad histórica, compartiendo una lengua, una religión, un estilo de vida, luego ingresa en lo que Hegel llama la sociedad civil, que es el mundo del trabajo en que vivimos los adultos, movido cada uno por su propio interés y entrando en conflicto los demás. (Este momento es el que el individualismo ha privilegiado unilateralmente).
Hegel marca inmediatamente que esta autonomía de los individuos es ilusoria. La búsqueda de mis objetivos me exige contar con los demás, esto crea una red que Hegel denomina sistema de las necesidades, que nos fuerza a reunirnos en grupos, corporaciones, para defender nuestros intereses sectoriales. Toda esta trama de relaciones sociales dentro de la cual se realiza la vida humana termina para Hegel cerrándose en el estado, que atienda toda la vida social. Aquí nos preguntamos, ¿por qué Hegel atribuye tanta importancia al estado?, en ese caso debemos preguntar ¿qué soy yo?
El verdadero ser del hombre se identifica, por tanto, con el ser del pueblo al que pertenece, pueblo que se expresa y toma conciencia de sí a través del estado. Podemos dar un ejemplo: La Polonesa no es obra de Chopin sino de todo el pueblo polaco. ( los logros individuales no son de los sujetos son del afloramiento de lo mejor y más noble del pueblo.
Para Hegel es muy fuerte el sentimiento de pertenencia a un grupo (pueblo) para Marx el concepto de pertenencia está dado por la idea de clase (internacional), pero la idea del hombre es la misma.
Por eso habrá para el marxismo, un arte o una filosofía burguesa o proletaria.
El nosotros que constituye nuestro ser más profundo es la clase a que pertenecemos. En estas visiones es también la lucha el motor del progreso histórico pero ya no es más la lucha entre individuos sino entre comunidades: enfrentamiento de los pueblos, para Hegel o de las clases internacionales, según Marx. En síntesis: el ser profundo del hombre no es el ser yo sino el nosotros constituído por aquella comunidad a que pertenecemos.

Conclusiones:Hallábamos en el hombre la doble evidencia de ser yo y de pertenecer.
El desarrollo de cada una de ellas nos ha llevado a dos visiones contrapuestas del hombre, la sociedad, la ley, la educación.
No es fácil elegir, ambas se fundan en un dato evidente.
¿ será posible articularlas de algún modo? ¿ será posible reunirlas?
Después de un fuerte desarrollo de un pensamiento que exaltaba la solidaridad y el espíritu comunitario hoy se han puesto de moda los lemas liberales: achicar el estado, desregulación, privatización, valor de la competencia como motor del progreso, frente a la solidaridad.
Este giro en el pensamiento parece tener un carácter mundial.
Los llamados postmodernos son hiperindividualistas liberales cuyo ideal parece ser una sociedad dispersa, carente de centro, que promueve como valor supremo el reconocimiento de las diferencias.
El auge de estas ideas ha permitido a un pensador como Francis Fukuyama proclamar que ha llegado el fin de la historia signado por el triunfo avasallador del capitalismo liberal. Pero no hay ninguna seguridad que sea así. El pensamiento comunitario, fundado en la evidencia de la pertenencia, expresa una dimensión real de nuestro ser. Es esperar en cualquier momento su renacimiento.
El carácter conflictivo y problemático de la realidad humana hace que el hombre se sienta siempre dividido entre espíritu y materia, razón y pasión, autonomía y participación, ser un yo o un nosotros.
Cuál será la vía media que concilie estas tensiones que nos condenan a oscilar.
Como última reflexión desde los postulados de Marx, “la construcción” del conocimiento y que de tal construcción, pensemos y sostengamos concibamos y constituyamos , algún día, que las personas nos vinculemos entre si como personas y no como cosas.
Por último tal como define Marx “TODAS LAS RELACIONES ESTANCADAS Y ENMOHECIDAS, CON SU CORTEJO DE CREENCIAS Y DE IDEAS VENERADAS DURANTE SIGLOS, QUEDAN ROTAS; LAS NUEVAS SE HACEN AÑEJAS ANTES DE HABER PODIDO COSIFICARSE. TODO LO SÓLIDO SE DESVANECE EN EL AIRE TODO LO SAGRADO ES PROFANADO, Y LOS HOMBRES, AL FIN, SE VEN FORZADOS A CONSIDERAR SERENAMENTE SUS CONDICIONES DE EXISTENCIA Y SUS RELACIONES RECÍPROCAS”
Nos pareció interesante sumar a este trabajo algunos aspectos históricos de Marx y desde la interpretación filosófica de Louis Althusser, sobre el desarrollo de la obra de Marx.
Durante su juventud, y tras su formación en filosofía, Marx recibió la influencia del filósofo alemán predominante en Alemania en aquel tiempo, Hegel. De este autor tomó el método del pensamiento dialéctico, al que, según sus propias palabras, pondría sobre sus pies; significando el paso del idealismo dialéctico del espíritu como totalidad al materialismo histórico. Una interpretación sobre el desarrollo de la obra de Marx, interpretación del francés Louis Althusser, considera que los escritos de Marx se dividen en dos vertientes. Esta interpretación es relevante en la exegética marxista, pero a la vez es muy polémica y pocos autores la mantienen al día de hoy. Althusser encuentra dos etapas:
1 - Marx joven (hasta 1845) : período en que estudia la alienación (o enajenación) y la ideología, desde una perspectiva cercana al humanismo influida en gran parte por la filosofía de Ludwig Feuerbach.
Marx se pregunta y contesta en sus Manuscritos de 1844:
¿En qué consiste, entonces, la enajenación del trabajo? Primeramente en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo. Su carácter extraño se evidencia claramente en el hecho de que tan pronto como no existe una coacción física o de cualquier otro tipo se huye del trabajo como de la peste. El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un trabajo de autosacrificio, de ascetismo. En último término, para el trabajador se muestra la exterioridad del trabajo en que éste no es suyo, sino de otro, que no le pertenece; en que cuando está en él no se pertenece a si mismo, sino a otro. (...) Pertenece a otro, es la pérdida de sí mismo.
Paralelamente a estas ideas describe al hombre con diversas concepciones: lo considera un ser real de carne y hueso; es únicamente el resultado de la historia económica, un predicado de la producción de la misma.
Piensa que el hombre se realiza modificando la naturaleza para satisfacer sus necesidades en un proceso dialéctico en que la transformación de agente y paciente es transformación mutua. La autogeneración del hombre es un proceso real, histórico – dialéctico, entendiéndose la dialéctica como proceso y movimiento a través de la superación sintética de las contradicciones.
Cuando Marx habla de 'realidad' hace referencia al contexto histórico social y al mundo del hombre. Asegura que el hombre es sus relaciones sociales.
Para Marx, lo que el hombre es no puede determinarse a partir del espíritu ni de la Idea sino a partir del hombre mismo, de lo que éste es concretamente, el hombre real, corpóreo, en pie sobre la tierra firme. El hombre no es un ser abstracto, fuera del mundo sino que el hombre es en el mundo, esto es el Estado y la sociedad.
La libertad, la capacidad de actuar eligiendo, está limitada a las determinaciones históricas, pero es, al mismo tiempo, el motor de aquellas cuando las relaciones sociales y técnicas entran en crisis.
Dios, la Filosofía y el Estado constituyen alienaciones en el pensamiento, alienaciones dependientes de la alienación económica, considerada para Marx única enajenación real.
En líneas generales, Marx defiende la idea de que la alineación empobrece al hombre sociohistórico negándole la posibilidad de modificar aspectos de los ámbitos en los que se ve involucrado, provocándole una conciencia falsa de su realidad. Sin embargo, este es un hecho que puede suprimirse.
Políticamente, el pensador alemán aboga por una sociedad comunista. Entre el hombre alienado ( aquel que no coincide consigo mismo) y el hombre comunista (aquel que finalmente es igual a hombre) se coloca el proceso transformador. Sólo en la sociedad comunista habrá desaparecido toda alienación.
2 - Marx maduro (1845-1875): Según Althusser, 1845, el año de La ideología alemana y las Tesis sobre Feuerbach. marca la ruptura epistemológica (concepto tomado de Gaston Bachelard). A partir de la cual Marx rompe con su etapa anterior, ideológica y filosófica, e inaugura un período científico en el cual desarrolla estudios económicos e históricos usando el método del materialismo histórico. Como diría Althusser, Marx inaugura el continente historia.
Este es, eminentemente, el período de su magna obra: El capital. Crítica de la economía política. No hay que olvidar, por otro lado, los textos de los que esta obra surge: la Contribución a la crítica de la economía política (que dará material para el primer capítulo de El capital) o los Grundrisse, cuyo tardío descubrimiento dio mucho que hablar sobre las continuidades de Marx con su primera etapa, y proporcionó de argumentos a los críticos de la ruptura epistemológica. Durante su etapa de madurez, la obra de Marx se vuelve más sistemática y surgen sus conceptos económicos más destacados: la teoría del valor, la explotación como apropiación de plusvalía, o la teoría explicativa sobre las crisis capitalistas.

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